Que es el sufrimiento - Neale Walchs
Extracto de Mis conversaciones con Dios en la que Neale Walchs nos habla sobre el sufrimiento.
—¿Y qué ocurre con el sufrimiento? ¿Es el sufrimiento el camino hacia Dios? Algunos dicen que es el único camino…
A mí no me gusta el sufrimiento, y si alguien dice lo contrario es que no me conoce.
El sufrimiento es un aspecto innecesario de la experiencia humana. No sólo es innecesario; es también insensato, desagradable y peligroso para la salud.
–Entonces, ¿por qué hay tanto sufrimiento? ¿Por qué Tú, si eres Dios, no le pones fin, ya que tanto te desagrada?
Ya le he puesto fin. Pero sencillamente os negáis a utilizar las herramientas que os he dado para hacerlo.
Y es que el sufrimiento no tiene nada que ver con los acontecimientos, sino con cómo reacciona uno ante ellos.
Lo que sucede es meramente lo que sucede. Pero lo que uno piense de ello es otra cuestión.
Yo os he dado las herramientas con las que responder y reaccionar ante los acontecimientos de modo que el dolor disminuya – en realidad, se elimine -, pero no las habéis utilizado.
–Perdona, pero ¿por qué no eliminas los acontecimientos?
Una buena pregunta. Desgraciadamente, Yo no los controlo en absoluto.
–¿Qué no los controlas en absoluto?
Por supuesto que no. Los acontecimientos son sucesos en el tiempo y el espacio que vosotros producís por decisión propia; y Yo nunca interferiré en vuestras decisiones. Hacerlo equivaldría a ignorar la propia razón de haberos creado. Pero todo esto ya lo he explicado antes.
Algunos acontecimientos los producís intencionadamente, y otros los atraéis más o menos conscientemente. Algunos de ellos – los grandes desastres naturales se hallan entre los que incluís en esta categoría – los atribuís al “destino”.
Sin embargo, él “destino” no es más que el conjunto de todos los pensamientos; en otras palabras, la conciencia del planeta.
–La “consciencia colectiva”…
Precisamente. Eso es.
–Hay quienes dicen que el mundo tiene los días contados. Nuestra ecología esta agonizando. Nuestro planeta se encamina hacia un gran desastre geofísico: terremotos; volcanes; quizás incluso un cambio en la inclinación del eje terrestre. Y hay otros que afirman que la consciencia colectiva puede cambiar todo eso; que podemos salvar a la Tierra con nuestros pensamientos.
Los pensamientos se convierten en acción. Si un número suficiente de personas creen que se debe hacer algo en auxilio del medio ambiente, salvaréis a la Tierra. Pero debéis apresuraros, pues se ha hecho ya mucho daño y durante mucho tiempo. Y se requerirá un gran cambio de actitud.
–¿Quieres decir que, si no lo hacemos, veremos cómo la Tierra es destruida, junto con sus habitantes?
Yo he hecho las leyes del universo físico lo bastante claras como para que cualquiera pueda entenderlas. Hay leyes de causa y efecto que ya han aparecido suficientemente clarificadas a vuestros científicos, a vuestros físicos, y, a través de ellos, a vuestros líderes mundiales. No es necesario clarificar dichas leyes una vez más.
–Volvamos al sufrimiento. ¿De dónde hemos sacado la idea de que el sufrimiento es bueno, de que el santo “sufre en silencio”?
El santo sí “sufre en silencio”, pero eso no significa que el sufrimiento sea bueno. Los aprendices de Maestro sufren en silencio porque entienden que el sufrimiento no es el camino hacia Dios, sino más bien un signo cierto de que todavía les queda algo que aprender en el camino hacia Dios; algo que recordar.
El auténtico Maestro no sufre en silencio en absoluto, sino que únicamente parece estar sufriendo sin quejarse. La razón de que el auténtico Maestro no se queje es que el auténtico Maestro no está sufriendo, sino simplemente experimentando una serie de circunstancias que vosotros llamaríais insoportables.
Un Maestro practicante no habla de sufrimiento, sencillamente porque entiende claramente el poder de la Palabra; por tanto, simplemente decide no hablar de ello.
Hacemos real aquello a lo que prestamos atención. Y el Maestro lo sabe. El Maestro se reconoce en que escoge aquello que decide hacer real.
Todos vosotros lo hacéis de vez en cuando. No hay ninguno de vosotros que no haya hecho desaparecer un dolor de cabeza, o que una visita al dentista haya resultado menos dolorosa, por medio de una decisión al respecto.
Un Maestro simplemente toma la misma decisión en asuntos de mayor importancia.
–Pero ¿por qué sufrimos? ¿Por qué tenemos siquiera la posibilidad de sufrir?
No podéis conocer, ni llegar a ser, aquello que sois, en ausencia de aquello que no sois, tal como ya te he explicado.
–Sigo sin entender por qué tenemos la idea de que el sufrimiento es bueno.
Actúas con buen juicio al insistir en esta pregunta. El saber originario en torno a la cuestión de sufrir en silencio se ha pervertido de tal modo que actualmente muchos creen (y varias religiones realmente enseñan) que el sufrimiento es bueno, y la alegría es mala. Por lo tanto, habéis decidido que, si alguien tiene cáncer y no se lo dice a nadie, es un santo; y, en cambio, si alguien posee una sexualidad vigorosa (por elegir un tema explosivo) y lo celebra abiertamente, es una pecadora.
–¡Chico, realmente has elegido un tema explosivo! Además, has cambiado hábilmente el pronombre de masculino a femenino. ¿Con qué idea lo has hecho?
Con la de mostrarte vuestros prejuicios. No os gusta pensar en que una mujer tenga una sexualidad vigorosa, y mucho menos en que lo celebre abiertamente.
Preferiríais ver a un hombre agonizando sin un gemido en el campo de batalla que a una mujer haciendo el amor con muchos gemidos en la calle.
–¿Tú no?
Yo no tengo ningún juicio respecto a lo uno o lo otro. Pero vosotros tenéis toda una serie de juicios; y te diría que son vuestros juicios los que impiden vuestra alegría, y vuestras expectativas las que os hacen infelices.
Todo esto junto es lo que causa vuestro mal – estar, y, en consecuencia, da origen a vuestro sufrimiento.
–¿Cómo sé que lo que dices es cierto? ¿Cómo sé siquiera que es Dios quien me habla, y no mi propia imaginación hiperactiva?
Eso ya me lo has preguntado antes. Y mi respuesta es la misma. ¿Qué diferencia hay? Aunque todo lo que te he dicho estuviera “equivocado”, ¿se te ocurre un modo mejor de vivir?
–No.
¡Entonces, lo “equivocado “ es correcto, y lo “correcto” es equivocado!
Déjame que te diga algo, para ayudarte en tu dilema: no te creas nada de lo que te diga. Simplemente, vívelo. Experiméntalo. Luego vive cualquier otro paradigma que quieras construir. Después, ten en cuenta tu experiencia a la hora de encontrar tu verdad.
Un día, si tienes mucho valor, experimentarás un mundo en el que hacer el amor se considerará mejor que hacer la guerra. Ese día te regocijarás.
–¡La vida causa tanto espanto!, ¡y es tan confusa! Quisiera que las cosas fueran más claras.
La vida no tiene nada de espantoso si no te preocupas por los resultados.
–Quieres decir si no deseas nada…
Exacto. Elige, pero no desees.
–Eso resulta muy fácil para aquellas personas que no tienen a nadie que dependa de ellas. Pero ¿qué pasa si uno tiene esposa e hijos?
El camino de la familia siempre ha sido un camino muy estimulante; quizás el más estimulante. Como tú dices, resulta muy fácil “no desear nada” cuando sólo te has de preocupar de ti mismo. Cuando tienes a otras personas a las que quieres, es natural desear sólo lo mejor para ellas.
–Resulta doloroso no poder darles todo lo que quisieras que tuvieran. Un hogar agradable, ropa decente, comida suficiente… Me siento como si hubiera estado luchando durante veinte años sólo para vivir siempre haciendo equilibrios. Y al final para nada.
¿Te refieres a la riqueza material?
–Me refiero a algunas de las cosas básicas que un hombre quisiera dar a sus hijos. Me refiero a algunas de las cosas sencillas que un hombre quisiera dar a su mujer.
Ya veo. Consideras que tu tarea en la vida es proporcionarles todas esas cosas. ¿Imaginas que es eso en lo que consiste tu vida?
–No estoy seguro de haberlo planteado de ese modo. No es que mi vida consista en eso, pero ciertamente estaría bien que, al menos, eso fuera un subproducto.
Bien. Entonces, volvamos a ello. ¿En qué crees que consiste tu vida?
–Esa es una buena pregunta. A lo largo de los años he tenido distintas respuestas a ella.
¿Cuál es tu respuesta en este momento?
–Me parece tener dos respuestas a la pregunta: la respuesta a en que me gustaría creer que consiste, y la respuesta a en qué creo que consiste.
¿Cuál es la respuesta a en que te gustaría creer que consiste?
–Me gustaría creer que mi vida consiste en la evolución de mi alma. Me gustaría creer que mi vida consiste en expresar y experimentar la parte de mí que más amo; la parte de mí que es compasión y paciencia, entrega y ayuda; la parte de mí que es conocimiento y sabiduría, perdón y… amor.
¡Suena como si hubieras estado leyendo este libro!
–Sí, y, desde luego, es un libro maravilloso a nivel esotérico; pero estoy tratando de comprender cómo “practicarlo”. La respuesta a tu pregunta acerca de en qué creo realmente que consista mi vida es que consiste en sobrevivir día a día.
¡Ah! ¿Y crees que una cosa excluye a la otra?
–Bueno…
¿Crees que lo esotérico excluye la supervivencia?
–La verdad es que me gustaría hacer algo más que sobrevivir. He estado sobreviviendo todos estos años; y considero que todavía lo estoy. Pero quisiera que la lucha por la vida terminara. Considero que ir tirando día a día es también una lucha. Quisiera hacer algo más que sobrevivir. Quisiera prosperar.
¿Y a qué llamarías prosperar?
–A tener lo suficiente para no tener que preocuparme de cómo conseguiré mi próximo dólar; a que no me suponga una tensión y un esfuerzo el simple hecho de pagar el alquiler o la factura del teléfono. Quiero decir que lamento ser trivial, pero estamos hablando de la vida real, y no de cuentos de hadas, o del romántico cuadro de la vida que describes en este libro.
Detecto un cierto enfado…
–No tanto enfado como frustración. He seguido el juego espiritual durante más de veinte años, y mira lo que he conseguido: ¡un cheque del asilo de pobres! Y ahora acabo de perder mi trabajo, y parece que el flujo de dinero en efectivo ha cesado de nuevo. Estoy realmente cansado de luchar. Tengo cuarenta y nueve años, y me gustaría tener alguna seguridad en la vida para poder dedicar más tiempo a “la esencia de Dios”, la “evolución” del alma, etc. Ahí es donde esta mi corazón, pero no es adonde mi vida me permite dirigirme…
Bueno, todo eso está muy bien dicho; y además sospecho que hablas en nombre de toda una serie de personas que comparten la misma experiencia. Voy a responder a tu sinceridad frase por frase, de modo que podamos rastrear con facilidad la respuesta, y examinarla detalladamente.
Tú no has seguido “el juego espiritual” durante veinte años, sino que apenas has estado rozando sus orillas. (Por cierto, esto no es un reproche, sino únicamente la afirmación de una verdad.) Te concederé que durante dos décadas has estado contemplándolo; coqueteando con él; experimentandolo de vez en cuando… pero Yo no he percibido tu auténtico – tu más auténtico – compromiso con el juego hasta hace muy poco.
Que quede claro que “seguir el juego espiritual” significa dedicar toda tu mente, todo tu cuerpo, toda tu alma, al proceso de crearte a Ti mismo a imagen y semejanza de Dios.
Este es el proceso de Auto-realización sobre el que han escrito los místicos orientales. Y es el proceso de salvación del que se han ocupado muchos teólogos occidentales.
Se trata de un acto de suprema conciencia realizado día a día, hora a hora, momento a momento. Es una elección, y una re-elección, en cada instante. Es una continua creación. Una creación consciente; creación con un propósito. Se trata de utilizar las herramientas de creación de las que hemos hablado, y de utilizarlas conscientemente y con una sublime intención.
Eso es “participar en el juego espiritual”. Entonces, ¿cuánto tiempo llevas dedicado a ello?
–Ni siquiera he empezado
Tampoco te vayas de un extremo al otro, y no seas tan duro contigo mismo. Tú sí te has dedicado a este proceso, y en realidad estás más metido en él de lo que crees. Pero no has estado haciéndolo durante veinte años, ni nada parecido. Sin embargo, lo cierto es que no es importante cuánto tiempo lleves dedicado a ello. ¿Lo estás ahora?: eso es lo que cuenta.
Vayamos a tu afirmación. Dices que “mire lo que has conseguido”, y te describes a ti mismo a punto de ir a parar al “asilo de pobres”. Pero te miro, y lo que veo es otra cosa bastante distinta. ¡Veo a una persona que está a punto de ir a parar a una espléndida casa! Crees que tienes un cheque del olvido, y Yo veo que tienes un cheque del Nirvana. Aunque, por supuesto, ello depende en gran medida de cuál creas que es tu “paga”, y a qué fin encamines tu labor.
Si el objeto de tu vida es adquirir lo que tú llamas seguridad, veo y entiendo por qué sientes que tienes “un cheque del asilo de pobres”. Sin embargo, incluso esta afirmación está sujeta a rectificación, puesto que con Mi “paga” todo lo bueno vendrá a ti, incluida la experiencia de sentirte seguro en el mundo.
Mi “paga” – el pago que obtienes cuando “trabajas para” Mí – proporciona mucho más que bienestar espiritual. También puedes obtener bienestar físico. Pero la parte irónica del asunto es que, una vez que experimentes la clase de bienestar espiritual que Mi pago proporciona, te darás cuenta de que lo último que te preocupará será el bienestar físico.
Incluso el bienestar físico de los miembros de tu familia dejará de preocuparte, ya que, una vez alcances un determinado nivel de conciencia de Dios, entenderás que no eres responsable de ninguna otra alma humana, y que, si bien es digno de encomio querer que todas las almas gocen de bienestar, cada una de ellas debe elegir – esta eligiendo – su propio destino en cada momento.
Es obvio que maltratar o destruir deliberadamente a otra persona no es precisamente la acción más elevada. Es obvio que resulta igualmente inapropiado descuidar las necesidades de quienes has hecho que dependan de ti.
Tu tarea consiste en hacer que sean independientes; en enseñarles – del modo más rápido y completo posible – cómo prescindir de ti. No les favoreces mientras te necesiten para sobrevivir, sino sólo, y realmente, en el momento en que se den cuenta de que no te necesitan.
En el mismo sentido, el momento más importante para Dios será aquel en que os deis cuenta de que no necesitáis a ningún Dios.
Sí, ya lo sé… esto es la antítesis de todo lo que siempre habéis pensado. Pero vuestros maestros os han hablado de un Dios colérico y envidioso, de un Dios que necesita que le necesiten. Y eso no es un Dios en absoluto, sino un neurótico sustituto de lo que sería una deidad.
Un autentico Maestro no es aquel que tiene más discípulos, sino aquel que crea más Maestros.
Un auténtico líder no es aquel que cuenta con más seguidores, sino aquel que crea más líderes.
Un auténtico rey no es aquel que tiene más súbditos, sino aquel que hace que la mayoría de ellos accedan a la realeza.
Un auténtico profesor no es aquel que posee más conocimiento, sino aquel que logra que la mayoría de sus semejantes alcancen el conocimiento.
Y un auténtico Dios no es Aquel que cuenta con el mayor número de siervos, sino Aquel que sirve al mayor número de ellos, haciéndoles, así, Dioses.
Este es, pues, el propósito y la gloria de Dios: que sus súbditos dejen de serlo, y que todos conozcan a Dios no como lo inalcanzable, sino como lo inevitable.
Quisiera que entendieras esto: vuestro destino feliz es inevitable. No podéis dejar de “salvaros”. No hay más infierno que ignorar esto.
Así pues, con vuestros padres, esposas y personas queridas, debéis tratar de no hacer de vuestro amor un pegamento que liga, sino más bien un imán que primero atrae, pero que luego se gira y repele, para que aquellos a quienes atrae no empiecen a creer que necesitan estar pegados a vosotros para sobrevivir. Nada puede estar más lejos de la verdad. Nada puede resultar más perjudicial para los demás.
Deja que tu amor lance a tus seres queridos al mundo, y a experimentar plenamente quienes son. Si haces esto, habrás amado verdaderamente.
Este modo de ser cabeza de familia constituye un gran reto. Hay muchas distracciones, muchas preocupaciones mundanas. Ninguna de ellas preocupa a un asceta. Le llevan su pan y su agua, le dan la humilde estera en la que acostarse, y puede dedicar todas sus horas al rezo, a la meditación y la contemplación de lo divino. ¡Qué fácil resulta contemplar lo divino en estas circunstancias! ¡Que tarea tan sencilla! ¡Ah pero dale una esposa e hijos! ¡Contempla lo divino en un bebé al que hay que cambiar a las tres de la madrugada! ¡Contempla lo divino en una factura que hay que pagar a primeros de mes! ¡Reconoce la mano de Dios en la enfermedad que contrae tu esposa, en el trabajo que acabas de perder, en la fiebre de tu hijo, en el dolor de tus padres! ¡Ahora es cuando hablamos de santidad!
Entiendo tu fatiga. Sé que estás cansado de luchar. Pero te aseguro una cosa: cuando Me sigues a Mí, la lucha desaparece. Vive en tu espacio divino, y todos y cada uno de los acontecimientos serán bendiciones.
–¿Cómo puedo conseguir mi espacio divino cuando acabo de perder mi trabajo, hay que pagar el alquiler, los chicos necesitan ir al dentista, y permanecer en mi elevado y filosófico espacio parece el modo menos probable de resolver todo esto?
No me abandones cuando más Me necesitas. Esta es la hora de tu mayor prueba. Este es el momento de tu mayor oportunidad. Se trata de la oportunidad de demostrarte a ti mismo lo que aquí se ha escrito.
Cuando te digo “no me abandones”, parezco ese Dios necesitado y neurótico del que hemos hablado. Pero no lo soy. Puedes “abandonarme” si quieres. No me importa, y no cambiará nada entre nosotros. Simplemente te lo digo como una respuesta a tus preguntas. Cuando las cosas se ponen mal es cuando más a menudo olvidáis Quienes Sois y las herramientas que os he dado para que creéis la vida tal como decidáis.
Este es más que nunca, el momento de ir a tu espacio divino. En primer lugar, te proporcionará una gran paz de espíritu; de un espíritu sosegado surgen grandes ideas, y dichas ideas pueden constituir las soluciones a los mayores problemas que te imagines que vas a tener.
En segundo lugar, tu espacio divino es el lugar donde te Auto-realizas, y ese es el propósito – el único propósito – de tu alma.
Cuando te hallas en tu espacio divino, sabes y comprendes que todo lo que estás experimentando en ese momento es transitorio. Te aseguro que el Cielo y la Tierra pasarán, pero tú no pasarás. Esta perspectiva eterna te ayuda a ver las cosas en su verdadera dimensión.
Puedes definir las condiciones y circunstancias presentes como lo que realmente son: transitorias y temporales. De este modo puedes utilizarlas como herramientas – puesto que de eso se trata: de herramientas transitorias y temporales – en la creación de la experiencia presente.
¿Quién piensas realmente que eres? En relación a la experiencia llamada “perder el trabajo”, ¿quién piensas que eres Y, lo que quizás viene más al caso, ¿quién piensas que soy Yo? ¿Imaginas acaso que se trata de un problema demasiado grande como para que Yo pueda resolverlo? ¿Requiere salir de este aprieto un milagro demasiado grande como para que Yo pueda realizarlo? Entiendo que puedas pensar que es demasiado grande como para que tú puedas realizarlo, incluso con todas las herramientas que te he dado; ¿pero realmente piensas que lo es para Mí?
–Intelectualmente sé que no es una tarea demasiado grande para Dios. Pero emocionalmente supongo que no puedo estar seguro; no tanto de que puedas como de que quieras hacerlo.
Ya veo. Entonces, es una cuestión de fe.
–Sí.
No pones en cuestión Mi capacidad de hacerlo; simplemente dudas de Mi deseo.
–Fíjate, todavía me identifico con esa teología que afirma que en alguna parte puede haber una lección para mí. Pero no estoy seguro de que deba tener una solución. Tal vez debo tener el problema. Quizás se trata de una de esas “pruebas” de las que mi teología me sigue hablando. Así, me preocupa que este problema pueda no tener solución; que vayas a dejarme colgado…
Quizás este sea un buen momento para revisar una vez más cómo interactuamos tú y Yo, ya que tú crees que se trata de mi deseo, y Yo te digo que se trata del tuyo.
Yo quiero para ti lo que tú quieras para ti. Nada más y nada menos.
Yo no llego y juzgo, petición tras petición, acerca de si debo conceder algo o no.
Mi ley es la ley de causa y efecto; no la ley del “ya veremos”. No hay nada que no puedas tener si decides tenerlo. Te lo habré dado incluso antes de que me lo pidas. ¿Lo crees?
–No. Lo siento. He visto demasiadas oraciones sin respuesta.
No lo sientas. Quédate siempre con la verdad; la verdad de tu experiencia. Lo entiendo. Lo respeto. Y me parece bien.
–De acuerdo, puesto que no creo que vaya a obtener cualquier cosa que pida. Mi vida no ha constituido precisamente un testimonio en ese sentido. En realidad, raramente obtengo lo que pido. Y cuando lo obtengo, me considero un maldito afortunado.
He aquí una interesante combinación de palabras. Al parecer, tienes dos opciones. En tu vida puedes ser o bien un maldito afortunado, o bien un bendito afortunado. Yo preferiría que fueras un bendito afortunado; pero, por supuesto, nunca interferiré en tus decisiones.
Te lo aseguro: tú siempre obtienes lo que creas, y constantemente estás creando.
Yo no juzgo las creaciones que tú haces aparecer; simplemente te capacito para que hagas aparecer más, y más, y más… Si no te gusta lo que acabas de crear, elige otra vez. Mi tarea, en cuanto Dios, consiste en darte siempre esa oportunidad.
Ahora me dices que no siempre has obtenido lo que querías. Pero te diré que siempre has obtenido lo que has provocado.
Tu vida es siempre el resultado de tus pensamientos acerca de ella, incluyendo tu pensamiento – obviamente creador – de que rara vez obtienes lo que quieres.
Ahora , en este caso concreto, te ves a ti mismo como víctima de la situación al haber perdido tu trabajo. Pero lo cierto es que ya no querías ese trabajo. Dejaste de levantarte por la mañana con esperanza, y empezaste a levantarte con miedo.. Dejaste de estar contento con tu trabajo, y empezaste a sentir resentimiento. Incluso empezaste a imaginarte haciendo otra cosa distinta.
¿Crees que todo eso no significa nada? No comprendes tu poder. Te lo aseguro: Tu vida se desarrolla según tus intenciones sobre ella.
Entonces, ¿cuál es tu intención ahora? ¿Tienes la intención de probar tu teoría de que la vida rara vez te da lo que quieres? ¿O de demostrar Quién Eres Realmente y Quién Soy Yo?
–Me siento desazonado. Castigado. Desconcertado.
¿Y de qué te sirve? ¿Por qué no reconoces simplemente la verdad cuando la oyes, y acudes a ella? No hay ninguna necesidad de que te recrimines a ti mismo. Sencillamente observa lo que has estado eligiendo, y elige de nuevo.
–Pero ¿por qué siempre estoy tan predispuesto a escoger lo negativo?, ¿y luego a recriminarme a mí mismo por ello?
¿Y qué otra cosa podías esperar? Desde tus primeros años te han dicho que eres “malo”. Aceptaste que habías nacido en “pecado”. Sentirse culpable es una respuesta aprendida. Te han dicho que debes sentirte culpable por cosas que habías hecho antes de que pudieras hacer nada. Te han enseñado a avergonzarte de no haber nacido perfecto.
Este supuesto estado de imperfección en el que decís que habéis venido a este mundo es lo que vuestros teóricos religiosos tienen el descaro de llamar pecado original. Y es un pecado original; pero no vuestro. Es el primer pecado perpetrado sobre vosotros por un mundo que no sabe nada de Dios desde el momento en que piensa que Dios querría – o podría – crear algo imperfecto.
Algunas de vuestras religiones han elaborado verdaderas teologías en torno a esta equivocación. Pues eso es lo que es: literalmente una equivocación, puesto que todo aquello que concibo – y todo aquello – a lo que doy la vida – es perfecto; un perfecto reflejo de la propia perfección, hecho a imagen y semejanza mía.
Sin embargo, con el fin de justificar la idea de un Dios punitivo, vuestras religiones necesitan crear algo por lo que Yo tenga que estar enfadado. Así, incluso aquellas personas que llevan una vida ejemplar necesitan ser salvadas de algún modo. Si no necesitan ser salvadas de sí mismas, entonces necesitan ser salvadas de su propia imperfección interior. Así – afirman tales religiones -, es mejor que hagáis algo al respecto, y rápido, o iréis directamente al infierno.
Todo eso, en fin, no puedes hacer nada para aplacar a un Dios extraño, colérico y vengativo, pero sí da origen a unas religiones extrañas, coléricas y vengativas. De este modo, las religiones se perpetúan a sí mismas. De este modo, el poder sigue estando concentrado en manos de unos pocos, en lugar de convertirse en una experiencia al alcance de muchos.
Por supuesto, constantemente elegís el menor pensamiento, la idea más pequeña, el más minúsculo concepto de vosotros mismos y de vuestro poder, por no hablar del concepto de Mí y de Mi poder. Así os lo han enseñado.
–¡Dios mío!, ¿y cómo puedo contrarrestar esas enseñanzas?
Esa es una buena pregunta, y dirigida a la persona correcta!
Puedes contrarrestarlas leyendo y releyendo este libro. Léelo una y otra vez. Hasta que entiendas cada párrafo. Hasta familiarizarte con cada palabra. Cuando puedas citar sus pasajes a otros, cuando puedas traer sus frases a tu mente en tus horas más negras, entonces habrás “contrarrestado las enseñanzas”.
Extracto de mis conversaciones con Dios