Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo con la ley; la casualidad no es sino un nombre para la ley no reconocida; hay muchos planos de causación, pero nada se escapa a la ley.
— El Kybalion
El gran sexto principio hermético ―el principio de causa y efecto― incorpora la verdad de que la ley compenetra el universo; que nada sucede por casualidad; que casualidad es meramente un término que indica una causa existente pero no reconocida o percibida; que los fenómenos son continuos, sin ruptura o excepción.
El principio de causa y efecto subyace a todo pensamiento científico, antiguo y moderno, y fue enunciado por los instructores herméticos en los días más tempranos. Mientras que han surgido muchas y variadas disputas entre las muchas escuelas de pensamiento desde entonces, estas disputas han sido principalmente sobre los detalles de las operaciones del principio y, aún más a menudo, sobre el significado de ciertas palabras. El principio subyacente de causa y efecto ha sido aceptado como correcto por prácticamente todos los pensadores del mundo dignos del nombre. Pensar de otro modo sería arrebatar los fenómenos del universo del dominio de la ley y el orden, y relegarlos al control del algo imaginario al que los hombres han llamado «casualidad».
Una pequeña consideración le mostrará a cualquiera que no hay en realidad tal cosa como la casualidad pura. Webster define la palabra «casualidad» como sigue: «Un agente o modo de actividad supuesto diferente de una fuerza, ley o propósito; la operación o actividad de tal agente; el supuesto efecto de un agente tal; un acontecimiento, accidente, etc.». Pero una pequeña consideración os mostrará que no puede haber un agente tal como la «casualidad», en el sentido de algo fuera de la ley, algo fuera de la causa y el efecto. ¿Cómo podría haber algo actuando en el universo fenoménico, independiente de las leyes, el orden y la continuidad del último? Un algo así sería enteramente independiente de la inclinación ordenada del universo, y por tanto, superior a ella. No podemos imaginar nada fuera del Todo estando fuera de la ley, y eso sólo porque El Todo es la LEY en sí. No hay sitio en el universo para algo exterior e independiente a la ley. La existencia de un algo así haría todas las leyes naturales inefectivas, y sumiría el universo en el desorden caótico y la falta de ley.
Un cuidadoso examen mostrará que lo que llamamos «casualidad» es meramente una expresión que se relaciona a causas oscuras; causas que no podemos percibir; causas que no podemos entender. La palabra casualidad se deriva de una palabra que significa «caer» (como la caída de los dados), siendo la idea que la caída del dado y muchos otros acontecimientos, son meramente un «acontecimiento» no relacionado a causa alguna. Y éste es el sentido en el que el término se emplea generalmente. Pero cuando la cuestión se examina de cerca, se ve que no hay ninguna casualidad en la caída del dado. Cada vez que cae un dado y muestra un cierto número, obedece a una ley tan infalible como la que gobierna la revolución de los planetas alrededor del sol. Detrás de la caída del dado hay causas, o cadenas de causas, que corren hacia atrás más lejos de lo que la mente puede seguirlas. La posición del dado en la caja, la cantidad de energía muscular gastada en el lanzamiento, la condición de la mesa, etc., son todas causas cuyo efecto puede verse. Pero detrás de estas causas vistas hay cadenas de causas invisibles precedentes, todas las cuales tienen una incidencia sobre el número del dado que cae hacia arriba.
Si se lanzara un dado un gran número de veces, se encontraría que los números mostrados serían aproximadamente iguales, esto es, que habría un número igual de un punto, dos puntos, etc., viniendo a la parte de arriba. Arrojad un penique al aire, y puede venir abajo en «cabezas» o «colas» (N. del T: equivalente inglés del «cara» y «cruz» español); pero haced un número suficiente de lanzamientos, y las cabezas y las colas se nivelaran aproximadamente. Ésta es la operación de la ley de promedio. Pero tanto el promedio como el lanzamiento sencillo vienen bajo la ley de causa y efecto, y si fuéramos capaces de examinar las causas precedentes, se vería claramente que era simplemente imposible que el dado cayera de otro modo a como lo hizo, bajo las mismas circunstancias y en el mismo momento. Dadas las mismas causas, seguirán los mismos resultados. Hay siempre una «causa» y un «porqué» para todo evento. Nada «sucede» nunca sin una causa, o más bien una cadena de causas.
— Leyes Herméticas – El Kybalión